jueves, 5 de marzo de 2020

RETIRO DE CUARESMA

Ayer miércoles los profesores de religión de los centros públicos nos juntamos en el Seminario para tener nuestro retiro de cuaresma.

Antes de comenzar aprovechamos para coordinar los actos de la final de la XXXIII edición del Concurso Religioso Escolar, que tendrá lugar el próximo 28 de marzo. En esta edición participan más de veinte centros de primaria y cuatro de secundaria, tanto de la capital como de la provincia. Este año el tema de concurso es la Biblia.

Acto seguido daba comienzo el retiro, impartido en esta ocasión por D. Francisco Javier Valdivielso, rector del Semanario de San José.

Comenzaba interpelándonos con el recordatorio de que podemos  ser la referencia más cercana que nuestros alumnos tienen hoy en día de la  Iglesia y eso hace que tengamos mucha suerte y también implica una gran responsabilidad

Nos decía también que corremos el riesgo de profesionalizarnos y olvidar que tratamos con personas y nos pedía que no nos acartonemos e insensibilicemos.

Centrándose en el Mensaje del Papa para esta cuaresma, nos animaba a que no dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, y que por mucho que nos hayamos puesto “morados” hablando sobre ella y que tengamos oído  y repetido todo lo que nos evoca (penitencia, ayuno, limosna, oración, desierto…) no desaprovechemos este tiempo también para la conversión.

Hemos de mirar los brazos abiertos de Cristo crucificado y que sea Él  el centro de Misericordia para renacer una y otra vez.

Observando  la imagen  del “Cristo de Velázquez” y con la frase de Santa Teresa “no os pido más que lo miréis” comenzó a hacer un recorrido por el cuerpo llagado.

Esa manos clavadas que antes han estado vivas, que han sido creadoras, sanadoras…

Los pies que llenos de sangre, antes habían estado llenos del polvo del camino, ya en la infancia huyendo a Egipto y que más tarde recorrerán incansables kilómetros para anunciar el Reino antes de tropezar y caer camino del calvario para ser atravesados en el madero.

El rostro semicubierto y en penumbra, que ya no puede contemplar el esplendor de la creación, ni mirar con amor y compasión a aquellos con los que  cruzaba su mirada.

Pero esa cara serena refleja el deseo de poder encontrarnos y mirarnos a cada uno de nosotros en el cielo.

Debe ser, insistía Valdivielso, el encuentro con Cristo crucificado lo que cautive nuestro alma.

Teniendo presente la imagen de Velázquez y ante la presencia viva de Cristo eucaristía, no interpelaba a que mirásemos hoy en nuestro mundo aquellas personas y situaciones que siguen crucificando a Jesús cada día y que nos han de sacar de nuestra comodidad.

Así esos pies sangrantes, nos ha de recordar hoy a todas las personas que huyen de sus tierras, emigrantes, refugiados…  y también de aquellos misioneros que han emprendido un viaje para el anuncio del Reino  y que tanto unos como otros nos han de mover a ponernos en camino.

Las manos despojadas de todo y clavadas nos han de recordar a aquellas personas que se han quedado sin trabajo, que viven sin hogar, o que están atadas en la cárcel, o en el juego, la droga…  y que, como muchas otras manos,  son extendidas cada día para sacar de estas situaciones a nuestros hermanos.

La sangre que recorre el cuerpo de Jesús, es hoy la sangre derramada en tantas guerras, en aquellos que mueren antes de nacer, en las vidas que se apangan en la soledad o en los ancianos “abandonados” en las residencias…  Todo esto ha de plantearnos dónde podemos ser fuentes de vida.

Por último, el rostro de Cristo nos ha de hacer mirar con ternura a aquellos que están tristes, solos, para ellos  cada uno de nosotros hemos de ser esa mirada tierna y dulce de Jesús que todo lo llene de luz y esperanza.