Ayer miércoles los profesores de religión de los centros
públicos nos juntamos en el Seminario para tener nuestro retiro de cuaresma.
Antes de comenzar aprovechamos para coordinar los actos de
la final de la XXXIII edición del Concurso Religioso Escolar, que tendrá lugar
el próximo 28 de marzo. En esta edición participan más de veinte centros de
primaria y cuatro de secundaria, tanto de la capital como de la provincia. Este
año el tema de concurso es la Biblia.
Acto seguido daba comienzo el retiro, impartido en esta
ocasión por D. Francisco Javier Valdivielso, rector del Semanario de San José.
Comenzaba interpelándonos con el recordatorio de que podemos ser la referencia más cercana que nuestros
alumnos tienen hoy en día de la Iglesia
y eso hace que tengamos mucha suerte y también implica una gran responsabilidad
Nos decía también que corremos el riesgo de
profesionalizarnos y olvidar que tratamos con personas y nos pedía que no nos
acartonemos e insensibilicemos.
Centrándose en el Mensaje del Papa para esta cuaresma, nos
animaba a que no dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, y que por mucho
que nos hayamos puesto “morados” hablando sobre ella y que tengamos oído y repetido todo lo que nos evoca (penitencia,
ayuno, limosna, oración, desierto…) no desaprovechemos este tiempo también para
la conversión.
Hemos de mirar los brazos abiertos de Cristo crucificado y
que sea Él el centro de Misericordia
para renacer una y otra vez.
Observando la
imagen del “Cristo de Velázquez” y con
la frase de Santa Teresa “no os pido más que lo miréis” comenzó a hacer un
recorrido por el cuerpo llagado.
Esa manos clavadas que antes han estado vivas, que han sido
creadoras, sanadoras…
Los pies que llenos de sangre, antes habían estado llenos
del polvo del camino, ya en la infancia huyendo a Egipto y que más tarde
recorrerán incansables kilómetros para anunciar el Reino antes de tropezar y
caer camino del calvario para ser atravesados en el madero.
El rostro semicubierto y en penumbra, que ya no puede
contemplar el esplendor de la creación, ni mirar con amor y compasión a
aquellos con los que cruzaba su mirada.
Pero esa cara serena refleja el deseo de poder encontrarnos
y mirarnos a cada uno de nosotros en el cielo.
Debe ser, insistía Valdivielso, el encuentro con Cristo
crucificado lo que cautive nuestro alma.
Teniendo presente la imagen de Velázquez y ante la presencia
viva de Cristo eucaristía, no interpelaba a que mirásemos hoy en nuestro mundo
aquellas personas y situaciones que siguen crucificando a Jesús cada día y que
nos han de sacar de nuestra comodidad.
Así esos pies sangrantes, nos ha de recordar hoy a todas las
personas que huyen de sus tierras, emigrantes, refugiados… y también de aquellos misioneros que han
emprendido un viaje para el anuncio del Reino
y que tanto unos como otros nos han de mover a ponernos en camino.
Las manos despojadas de todo y clavadas nos han de recordar
a aquellas personas que se han quedado sin trabajo, que viven sin hogar, o que
están atadas en la cárcel, o en el juego, la droga… y que, como muchas otras manos, son extendidas cada día para sacar de estas
situaciones a nuestros hermanos.
La sangre que recorre el cuerpo de Jesús, es hoy la sangre
derramada en tantas guerras, en aquellos que mueren antes de nacer, en las
vidas que se apangan en la soledad o en los ancianos “abandonados” en las
residencias… Todo esto ha de plantearnos
dónde podemos ser fuentes de vida.
Por último, el rostro de Cristo nos ha de hacer mirar con
ternura a aquellos que están tristes, solos, para ellos cada uno de nosotros hemos de ser esa mirada
tierna y dulce de Jesús que todo lo llene de luz y esperanza.
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